El sistema nervioso es uno de los más susceptibles a las enfermedades, ya que controla todos los procesos que ocurren en nuestro organismo. Por ello, no solo lo afectan males de tipo orgánico, sino también dolencias de tipo psíquico que afectan la conducta y el estado de ánimo del afectado.
Este es el caso de padecimientos que son respuesta a problemas producto de la relación con otros o con el medio en general, como las ansiedades, el estrés, la depresión, las fobias o el pánico.
A continuación se exponen conceptos de interés sobre éstas y otras enfermedades que afectan a la salud mental de las personas.
Durante toda su existencia el ser humano ha estado en búsqueda de la tranquilidad y la felicidad a través del uso de sustancias que estimulen o relajen el organismo. Uno de los ejemplos más claros es el uso y abuso del alcohol y el cigarrillo a lo largo de nuestra historia.
Sin embargo, el mundo de hoy ya no solo incita al consumo de estas sustancias, sino que cada vez va sumando más pastillas que permitan a las personas tener ánimo para enfrentar la vida cotidiana.
Esto ha producido un gran aumento en el consumo de hipnóticos, antidepresivos, relajantes musculares, pastillas para adelgazar o cualquier sustancia que mejore el ánimo y genere seguridad, cuyo consumo persistente o automedicado es tan serio como el de cualquier droga.
El peligro de la dependencia
Cada medicamento tiene un mecanismo de acción en el sistema nervioso central del hombre y por lo tanto, su uso dependerá del efecto o fin que se pretende alcanzar. Es decir, si se busca poder dormir, lo indicado es ingerir algún tranquilizante, o si en la persona existe algún componente depresivo, un estimulante será bueno para subir el ánimo.
El problema radica en determinar cuándo es adecuado el uso de estas pastillas para no consumirlas sin límites con tal de sentirse a gusto.
La ingesta desenfrenada de fármacos hace que la persona vaya necesitando una dosis mayor a la anterior, porque ya no sienten las sensaciones que tenían en un principio. Esto pasa con cualquier droga y encierra el peligro de llegar a consumir sustancias cada vez más fuertes y en mayores cantidades.
¿Cómo usar estos medicamentos?
La búsqueda de la pastilla de la felicidad muchas veces es recomendada por los amigos y la publicidad, haciendo alusión a lo exitosa que ha sido su propia experiencia. Sin embargo, el uso correcto de un medicamento se logra a través de una visita a un especialista y una receta médica. Sólo así podrá estar seguro que su efecto y el tiempo de consumo será el adecuado.
Existen, además, formas de evitar y suplantar el uso de pastillas, como hacer deporte o practicar un hobbie que nos entretenga. Cuando se realiza una actividad como trotar, escribir o pintar, el cuerpo comienza a generar unas hormonas llamadas endorfinas que producen una sensación de placer y tranquilidad, sin necesidad de ninguna pastilla.
Por esto es importante darse espacios dentro de la rutina laboral del día para hacer cosas gratas y placenteras, que permitan al cuerpo relajarse y evitar las sustancias que pueden conducir a la dependencia y drogadicción.
Existen varias razones por las cuales los niños pueden presentar conductas violentas; entre ellas destaca la imitación de los modelos que giran a su alrededor. Por esto, evitar el contacto con juegos y programas agresivos resulta de vital importancia para prevenir este tipo de comportamientos.
¿Su hijo ha mordido alguna vez a un compañero o ha tirado sus juguetes por el aire durante una pataleta? Aunque estas actitudes parecen agresivas, son bastante comunes y no significan que el pequeño es un niño violento.
En primer lugar, es importante hacer una distinción entre impulsividad, rabia y agresividad o violencia. Muchas veces los menores reaccionan impulsivamente frente a situaciones que le producen nervio, sin tener ningún filtro ni anticipar las consecuencias de sus actos. Un ejemplo concreto y frecuente es el caso de maltrato a ciertas mascotas como pollos, gatitos pequeños, etc.
La rabia, es algo natural y propia de la etapa preescolar para demostrar algún descontento. Comúnmente se manifiesta con pataletas o conductas agresivas, las cuales aumentan o disminuyen según el grado de ganancia que obtengan. La diferencia radica en que las conductas guiadas por el arrebato producen arrepentimiento y culpa. No así la violencia, que se caracteriza por no producir ningún tipo de remordimiento en el individuo, siendo una especie de mandato interno al que hay que obedecer.
Existen dos pilares básicos que se deben evaluar para poder explicar un comportamiento violento:
- Su biología: Tiene relación con su historia médica, si ha estado sometido a procedimientos agresivos, si padece enfermedades importantes, si ha estado privado o invadido en su ambiente natural.
- Su biografía: Se refiere al tipo de vida que ha llevado el niño, el tipo de estímulos que ha recibido, los problemas que ha enfrentado, como cambiarse constantemente de casa o vivir en un lugar ruidoso.
Sin embargo, la mayoría de los casos de violencia infantil responden a la imitación de modelos, ya que la agresividad es, ante todo, una conducta aprendida. Los juegos de computador y los programas de televisión impactan fuertemente en ellos determinando un ejemplo a seguir.
Durante los dos a cinco años de edad, los niños pasan por una etapa denominada “oposicionismo desafiante”, donde enfrentan y se oponen a la autoridad. Es entonces cuando hay que ponerles más atención, ya que es cuando les resulta más fácil adquirir conductas agresivas y hacerlas propias.
Por esto, el trato que se les da en el hogar y el rol que juegan los padres como modelos y educadores de autocontrol, respeto por el otro y ejemplo de buenas relaciones interpersonales en la familia, es fundamental.
Existen distintos tipos de abordaje, pero la clave está en tratarlos a través de los adultos que funcionan con ellos; sus padres, las nanas, los profesores, etc. Se debe realizar un trabajo interdisciplinario, el cual incluye a Psiquiatras, Psicólogos, Neurólogos, entre otros especialistas. Esto, porque cada uno tiene distintos roles y les tocará intervenir en diferentes momentos del tratamiento, dependiendo de cuál sea la causa principal que gatilla dicha actitud.
A veces se requiere la utilización de medicamentos, pero estos no sirven para tratar la enfermedad si no sus síntomas, tales como la ansiedad o el descontrol. El niño que necesita medicamentos es el que no se sabe controlar, aquel que su grado de ansiedad no le permite dormir o le genera trastornos de alimentación.
No obstante, no se puede basar el tratamiento en eso. Se debe cambiar la razón principal que conduce al menor a actuar violentamente, de lo contrario es imposible obtener un cambio real.
Preguntas frecuentes sobre la anorexia
La anorexia se define como un síndrome que afecta generalmente a las mujeres adolescentes, pero también a adultas y, en menor medida, a hombres.
Es una enfermedad grave, tanto psiquiátrica como médica, con frecuentes recaídas, alta tendencia a la cronicidad y elevada mortalidad.
Se caracteriza principalmente por la auto- inanición (autonegarse a las comidas) y la pérdida excesiva de peso.
Algunos de los criterios diagnósticos que se le adscriben a esta patología son:
- Rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal, considerando edad y talla.
- Miedo intenso a subir de peso o convertirse en obeso, incluso estando bajo el peso normal.
- Alteración de la percepción del peso o de la silueta, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro del bajo peso corporal.
- En mujeres, presencia de amenorrea, ausencia de al menos tres ciclos consecutivos.
Se puede hablar de dos subgrupos:
- Anorexia restrictiva: Se da en aquellas pacientes que logran su descenso de peso limitando su ingesta.
- Anorexias bulímicas (purgativas): Las pacientes logran su objetivo provocándose el vómito o recurriendo al uso de laxantes o diuréticos.
El tratamiento debe ser personalizado, prolongado, proactivo e interdisciplinario.
Va a depender de las condiciones de cómo llegue la persona. Pero pensando en un paciente más grave: evitar la muerte, reducir complicaciones agudas, evitar complicaciones crónicas, tratar la comorbilidad médica y psiquiátrica y tratar los problemas psicológicos relacionales asociados.
El tratamiento puede ser ambulatorio, de hospitalización diurna o internación completa.
Desnutrición, compromiso del SNC (sistema nervioso central) como desconcentración, irritabilidad, depresión, alteraciones cognitivas. A nivel cardiovascular se pueden producir arritmias -especialmente bradicardia- y pulso débil. También, existe un compromiso óseo, disminución de la densidad ósea, fracturas patológicas. A nivel hormonal hay disminución de los estrógenos, pérdida de la libido, disminución de la temperatura corporal.
No. Recordemos que estas pacientes están viviendo lo que se denomina el síndrome de inanición (efectos del hambre). Dentro de los objetivos, desde el punto de vista nutricional, se le indica la realimentación paulatina con una dieta adecuada para cada paciente, con quien se realiza las transacciones necesarias para que tenga confianza en lo indicado y pueda cumplirlo con tranquilidad. Es importante tener claro que recuperación no implica obesidad, debe plantearse la comida como medicación necesaria para tratar esta enfermedad.
Existen factores que predisponen entre ellos, el procesamiento de la información que atribuye un significado distorsionado a su figura corporal externa y su peso, como consecuencia hábitos de comer ideosincráticos y patológicos. Además, la identidad y autopercepción se someten a razonamientos que comprenden errores lógicos y persistentes.
En general, se describe a las personas que sufren este tipo de patologías con rasgos bastantes perfeccionistas, a veces obsesivas, con introversión y retraimiento social, se presentan altos niveles de ansiedad, hiper responsabilidad con sus obligaciones, necesitan permanentemente responder a las expectativas que demanda los demás dado a la gran necesidad de aprobación de los otros, sobrevaloración de la forma física y el peso, dificultad en la regulación emocional, mostrando estar siempre sobre adaptadas a toda situación.
Sí, los efectos psicofisiológicos del hambre (síndrome de inanición) son: irritabilidad, ansiedad, dificultad en la concentración, retraimiento social, depresión, labilidad en el humor, pensamiento obsesivo y conductas compulsivas, perturbaciones en el sueño y pérdida en el interés sexual.
Cuando existe un IMC menor a 14, riesgo suicida, luego de un mes de tratamiento ambulatorio en que no se ha logrado un aumento ponderal deseado.
Por lo general, los tratamientos son largos. Tanto la psicoterapia como el tratamiento psiquiátrico con antidepresivo debiera ser mínimo de un año. Recordemos que en esta enfermedad existe un fuerte abandono de los tratamientos, las pacientes suelen tener escasa conciencia de la enfermedad y no es raro encontrar a personas que han realizado más de un tratamiento con diversos equipos multidisciplinarios.
A nivel psiquiátrico, es ideal tener un control con la paciente por lo menos por cinco años con el fin de prevenir recaídas, y con un médico internista por un año.
Sí. Es indispensable el trabajo con las familias, sobre todo en las fases iniciales, ya que las pacientes por lo general niegan estar enfermas. Por esta razón, es necesario establecer un vínculo terapéutico con sus familias de origen para establecer gatillantes de la enfermedad.
Una de las mayores satisfacciones de ser padre es poder ver y disfrutar del desarrollo y crecimiento de los hijos. Apreciar cómo ellos se desenvuelven en el medio que los rodea, cómo van interactuando con las cosas, asimilándolas y aprendiendo de sus experiencias.
Sin embargo, hay veces en que este aprendizaje y desarrollo sufre alteraciones y no se produce de manera normal, como es el caso de niños con autismo y síndrome de asperger. En ellos, la información que reciben del exterior es procesada de una manera diferente a la habitual y la capacidad de vincularse y contactarse con los demás es una tarea difícil.
Autismo
Autismo quiere decir encerrarse en sí mismo. Por lo tanto, un niño con esta enfermedad es una personita especial cuya capacidad de relacionarse con los otros es muy limitada. En general no miran a los ojos y el uso de lenguaje, si es que existe, es escaso y además particular, ya que suelen hablar todo en tercera persona. La gran mayoría presenta un retraso intelectual asociado y sus conductas son más bien ritualistas. Esto explica en alguna medida el que tengan intereses tan acotados y temas reiterativos.
Sin embargo, estos niños también poseen grandes habilidades especiales. Están dotados de una memoria visual y musical importante, lo que les permite recordar muchísimas cosas. Por eso a muchos padres les cuesta asumir la enfermedad de un pequeño que puede resultar tan sobresaliente en ciertas áreas o tener capacidades que escapan de lo común, como por ejemplo aprender a leer a edades muy tempranas.
Síndrome de Asperger
El síndrome de Asperger, por su parte, es un cuadro del desarrollo con mayor presencia de lenguaje y una menor evidencia de la discapacidad, ya que estos niños no presentan un retraso mental asociado.
Son pequeños que tienen un mejor comportamiento pero que al igual que los autistas, aunque en forma menor, tienen problemas para relacionarse y sus conductas e intereses son restringidos y estereotipados.
Al no tener retardos cognitivos son personas que, con esfuerzo y ayuda, pueden estudiar, terminar la enseñanza media y obtener un título profesional.
Los niños que padecen esta enfermedad se descubren más tardíamente, generalmente en la etapa escolar. Presentan dificultades de aprendizaje que hacen que a menudo los padres se conviertan en los segundos maestros. Esto produce que el pequeño esté constantemente cargado de estrés y con muchas tareas pendientes.
La competitividad y las exigencias del mundo actual están afectando incluso a los más pequeñitos, causando depresión. Poder evitarla depende, en gran medida, de la relación que los niños tienen con sus padres.
Todos los niños lloran, a veces desobedecen, se enojan o tienen problemas conductuales menores. Pero cuando algunos de estos aspectos son prolongados en el tiempo y hay cambios significativos en el comportamiento habitual, no hay que dejarlo pasar, ya que puede tratarse de un caso de depresión infantil.
Según un informe del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión representa uno de los trastornos psiquiátricos de mayor prevalencia, afectando alrededor de 340 millones de personas en todo el mundo. En nuestro país, la Sociedad de Psiquiatría, Neurología y Neurocirugía de Chile, reportó en octubre de 2006 que 800 mil chilenos acuden a consultas médicas por cuadros depresivos y que en los próximos años este número se duplicará.
Cifras preocupantes, pero lo son más aún cuando un alto porcentaje de estas depresiones corresponden a menores de edad. Si bien la depresión infantil se da con mayor frecuencia en adolescentes, hay un alto porcentaje de niños, incluso bebés que la padecen. Estadísticas nacionales revelan que entre un 4% y un 6% de la población infantil ha desarrollado algún grado de depresión.
Durante mucho tiempo se sostuvo que en menores no existía, pero hace 30 años fue aceptada por la comunidad científica y desde entonces es un problema que no se puede desconocer.
Lo más importante es reconocer y tratar esta enfermedad, especialmente antes de los cinco años, ya que en esta etapa la persona organiza su modo de vinculación con otros, sienta las bases de su personalidad futura y en gran medida sella su adultez.
Las causas de la depresión infantil están asociadas a factores como pérdidas o separación, una organización familiar disgregada, problemas de vinculación con los padres, falta de contacto afectivo, competitividad en el colegio, mala relación con pares, cambios de casa o de colegio y depresión de los padres. Además, puede haber causas genéticas o bioquímicas.
Las manifestaciones de depresión en niños y adolescentes van a depender de la etapa de desarrollo en que estén:
- En lactantes se refleja en la alimentación y trastornos del sueño.
- Preescolares (2 a 5 años): Temores, cambios de actitud, dejar de jugar, necesidad de estar acompañado, conductas regresivas, pérdida de la capacidad de disfrutar, agresividad y/o irritabilidad, trastornos del sueño, ansiedad, hiperactividad, quejas somáticas (dolor de guatita y cefalea), cuadros respiratorios, alergias que se agudizan.
- Escolares (6 a 11 años): Inhibición, disminución del rendimiento escolar, baja concentración, agresividad, irritabilidad por un tiempo prolongado, manifestaciones ansiosas, desgano, desánimo, falta de motivación a actividades placenteras, quejas somáticas (gastrointestinales, respiratorias, neurológicas como cefaleas, etc.).
- Adolescentes (12 a 18 años): Se asemeja más a la depresión de personas mayores, pero en el contexto y características de la etapa evolutiva de la adolescencia. Hay mayor impulsividad que en el niño y en el adulto. Es posible la ideación e intento suicida; suele existir la sensación de que la vida no tiene sentido, que no hay salida a los problemas y que están atrapados por sus conflictos.
Además, existe anhedonia (que es la dificultad de encontrar placer en las cosas), hay toma de conciencia exagerada (distorsionada magnitud) de una serie de dificultades que lo hacen sentirse menoscabado, trastornos del sueño y de apetito, y muchas veces problemas de conducta.
Si estos síntomas se observan en un período mayor a 15 días, es aconsejable consultar a un especialista. Sin embargo, el diagnóstico de depresión se hace con el antecedente de un mes de manifestación de síntomas, pero la consulta precoz es importante en el pronóstico, principalmente si hay antecedentes familiares de depresión o si hay sospecha o certeza de ideación suicida.
Esta enfermedad en niños es preocupante. Pero hay buenas noticias. La depresión infantil se puede prevenir, y en caso de padecerla, existen efectivos tratamientos. Un gran porcentaje de los casos se tratan con psicoterapia familiar, sin la necesidad de usar medicamentos.
Sin embargo, el tratamiento debe adaptarse a cada caso en particular y a la fase del desarrollo en que se encuentra el niño. Es frecuente que los lactantes puedan tener estas manifestaciones cuando sus madres están depresivas (por ejemplo, cuando hay depresión post parto).
En preescolares, puede ser necesario el uso de fármacos y es fundamental realizar terapia con los padres. En adolescentes, se puede requerir un tratamiento con medicamentos y psicoterapia individual y/o familiar.
¿Cómo puede saber un niño de un año si comerse o no un chocolate que está en el suelo, si nadie le ha enseñado que eso contiene microbios y puede ser dañino? A los niños se les disciplina desde que son capaces de entender lo básico. Antes de un año ya se les está educando. Se les instruye sobre cosas esenciales, el primer aprendizaje de los menores es a través del intercambio con el ambiente, que canaliza a través de conductas de ensayo y error. Todo esto va acompañado de enseñanzas que provienen de su grupo más cercano y de la observación que él mismo haga con respecto a su entorno.
Entre los dos y cuatro años, los menores pasan por un período de oposición al medio, que tiene que ver con el logro de sus propias autonomías. Lo primero que hacen es oponerse a lo que dicen los adultos: ¡Vístete! ¡No!, ¡desvístete! ¡No!, ¿vamos a la plaza? ¡No! y después lo único que quieren es ir a jugar a la plaza.
La clave está en diferenciar disciplina de enseñanza, ya que si se quiere imponer un orden estricto en el que el menor debe obedecer tan solo porque son sus padres quienes se lo dicen y saben más que él, no se obtendrá el resultado esperado. Los niños aprenden cuando se les explica que la orden que se les da es algo importante y que de no cumplirla se puede hacer daño a él o a terceros.
En aquellas situaciones donde no hay riesgo, hay que dejar que el niño tome la decisión. No se trata de permitir que haga lo que quiera y decirle que sí a todo, pero hay que ser selectivos en cuanto a la enseñanza que se quiere transmitir, qué sanción se va a aplicar en caso de que esté corriendo riesgo y cuáles van a ser esos casos.
En el período de cinco a seis años los pequeños entran al colegio, por lo que su conducta varía. Los padres deben entender que es una experiencia nueva que requiere adaptación; los niños están más ansiosos y tienen una menor disposición para acatar órdenes.
Aquí se recomienda jerarquizar si la norma que se quiere aplicar es necesaria o es algo sin mayor relevancia. Por ejemplo, si a la mamá le importa mucho que su hijo salga limpiecito cuando va al doctor y éste quiere ir con sus zapatillas favoritas que están sucias, es un caso banal al cual no debe imponerse una orden estricta que no es necesaria.
En los adolescentes todo requiere una intensidad mayor. La rebeldía del joven oposicionista y el rechazo a las reglas se amplifica. De no obedecer una orden, él o ella sabe que deberá atenerse a las consecuencias que trae dicha actitud.
Se debe evitar el castigo físico frente a cualquier eventualidad, ya que genera la enseñanza de que la forma de aprendizaje es yo te pego, tú me pegas. Existen otros modos de hacer que el niño realmente asimile lo que se le está diciendo, por ejemplo, privarlo por un tiempo breve e inmediato de algo que al niño le guste, como ver televisión, algún juego especial o una salida. Se castiga la conducta pero no se descalifica al niño. Los castigos o sanciones y los permisos u horarios, deben ser acordes a cada etapa, tanto de los niños como de los adolescentes, para evitar generar conductas rebeldes en ellos.
Parte de la tensión a la que están sometidos los adolescentes procede de sus familias, quienes suelen transmitirles sus expectativas del modo menos adecuado. Muchas veces los padres confunden felicidad con éxito; la PSU es considerada como un primer paso hacia el éxito y por tanto a la felicidad. Es primordial dimensionar adecuadamente esta situación; la importancia del resultado de la prueba es relativa y siempre van a existir otras oportunidades de aprendizaje a las cuales acceder en el caso de obtener un mal puntaje.
El estrés muchas veces juega una mala pasada, generando una angustia patológica que se evidencia en un bloqueo de la persona. Es por esto que los padres deben evitar agregar más presiones a sus hijos, recalcando las expectativas que se tienen de él.
Parte de la tensión a la que están sometidos los adolescentes procede de sus familias, quienes suelen transmitirles sus expectativas del modo menos adecuado. Muchas veces los padres confunden felicidad con éxito; la PSU es considerada como un primer paso hacia el éxito y por tanto a la felicidad. Es primordial dimensionar adecuadamente esta situación; la importancia del resultado de la prueba es relativa y siempre van a existir otras oportunidades de aprendizaje a las cuales acceder en el caso de obtener un mal puntaje.
El estrés muchas veces juega una mala pasada, generando una angustia patológica que se evidencia en un bloqueo de la persona. Es por esto que los padres deben evitar agregar más presiones a sus hijos, recalcando las expectativas que se tienen de él.
Los especialistas recomiendan apoyar a los jóvenes en este difícil camino, pero no abusar de los atributos que se tiene como padres para presionarlos. Aunque no existen fórmulas seguras y la canalización de la ansiedad es distinta según cada persona, hay métodos que ayudan a estar menos estresados como el deporte, ejercicios de respiración, meditación y cualquier otra actividad recreativa.
Aunque cada persona tiene formas diferentes de estudiar y de manejar el estrés, hay algunos consejos generales para llegar en buen estado físico y mental al momento de rendir la prueba:
- Estudiar con anticipación por periodos de aproximadamente una hora y media.
- Cambiar de actividad entre cada bloque de estudio para recrear la mente.
- Estudiar activamente, es decir, tratar de entender y no memorizar un cúmulo de información.
- Evitar alimentos estimulantes como el café o bebidas energéticas.
- Tener una dieta balanceada sin sobrecarga de grasas.
- Los padres deben sugerir horas de sueño y/o descanso y evitar recordar la prueba constantemente.
- Los progenitores pueden proponer alternativas de enseñanza superior a sus hijos para que estén preparados ante cualquier escenario.
Hay técnicas de relajación que ayudan a manejar el estrés:
- Respiración: Tomar aire lentamente y dirigirlo a la zona más baja de los pulmones, luego a la zona media y después a la superior. Mantener la respiración por unos segundos y expirar pausadamente, botando el aire por la boca.
- Relajación: Tenderse o sentarse con el cuerpo libre de tensiones. Poner las manos sobre el plexo solar (entre el ombligo y el corazón) y realizar varias respiraciones profundas. Concentrarse en cómo el aire se acumula en el plexo y se distribuye por todo el cuerpo, relajando los músculos. Finalmente, se bota el aire lentamente por la boca, sintiendo cómo se expulsa la energía negativa.
El concepto de familia ha ido evolucionando a lo largo de los años como consecuencia de los cambios ocurridos en la sociedad. En la actualidad, coexisten diferentes tipos de modelos familiares, de los cuales no se tiende a hablar mucho. Esto genera que ocurran hechos como el estigma social de los miembros que las componen; la dificultad de sus integrantes de desarrollar una identidad clara y, en especial para los niños, las confusiones acerca de cómo nombrar y vincularse con los nuevos miembros.
Las llamadas familias simultáneas, mixtas, reconstituidas, re-matrimonios son “aquellas compuestas por una pareja en que uno o ambos adultos están casados por segunda vez y que tienen niños de su relación anterior. Por lo tanto, estarían conformando una organización compuesta por dos grupos familiares”. En definitiva son familias a las que uno podría llamar: “Los tuyos, los míos y los nuestros”.
Existen ciertas etapas que se dan en este tipo de familias que marcan los comportamientos y relaciones entre sus miembros, con periodos de adaptación y crisis que dan lugar a nuevas organizaciones. La nueva familia va a avanzar en su propia “rueda de la vida”, en un proceso continuo de acoplamiento y de cambio según los nuevos integrantes que interactúan dentro de ella (hermanastros, hijastros, padrastro, nuevos nacimientos, etc.)
Además, hay etapas o crisis normativas que son propias y comunes de todas las familias, sean éstas simultáneas o no, y que son producto del ciclo evolutivo (nacimientos, hijos adolescentes, etc.)
Los síntomas o quejas, que generalmente derivan en consultas con un psicólogo, son señal de que tienen dificultades para superar una determinada etapa. Sin embargo, y a pesar de que la familia simultánea está sometida al mismo proceso, la tendencia es a interpretar que todas las dificultades son producto de la nueva situación familiar.
La intensidad y la frecuencia de los estresores que se presenten, más la menor o mayor capacidad de resolución de conflictos y recursos con que cuente la familia, será la manera en que se vayan ajustando a las etapas determinadas a lo largo del ciclo vital y familiar.
Las personas se conocen, se enamoran, se casan o deciden vivir juntas. Esta realidad cotidiana también se aplica a la familia simultánea, sin embargo, se añade que desde la primera etapa, la pareja está acompañada por hijos, que dicen cosas, sienten, opinan, se manifiestan y hacen que la relación tenga un carácter muy distinto. Esta complejidad hace que la pareja tenga que desarrollar habilidades de negociación y a respetar el tiempo necesario para acostumbrarse a esta nueva situación.
Una de las mayores dificultades que se pueden presentar surge por el intento de recrear el modelo de la familia anterior. Es decir, por tratar de funcionar como si fuese una pareja con hijos de ambos, sin niños de matrimonios anteriores, y por lo tanto, con relaciones de convivencia definidas por funciones, expectativas y roles parentales.
Sentimientos de abandono, culpa, celos, confusión, rabia, problemáticas con la autoridad, diferencias en la forma de hacer las cosas y en la manera de pensar acerca de lo que está bien y mal; la toma de decisiones, llegar a establecer acuerdos, el rol de madrastra/padrastro pobremente definidos, son complejidades y situaciones que si no se resuelven de una manera adecuada pueden producir quiebres o a una nueva separación.
Se establece que el tiempo en que demoraría una familia simultánea en lograr integración, sentimientos de unidad y pertenencia es entre un año y medio y dos con niños pequeños, y entre cinco a seis con hijos mayores.
Se sugiere que la toma de decisiones importantes y el establecimiento de límites y normas con los hijos estén en manos de sus progenitores y que los padrastros/madrastras puedan recordárselos, pero no poner ellos las reglas.
Además, se recomienda a los padrastros/madrastras que entren lentamente al sistema familiar formando una relación amistosa con los hijastros, para que así ellos no sientan la amenaza de sentir que tienen una nueva madre o padre que quieren disciplinarlos o que quieran tomar el lugar de su progenitores, que por supuesto nadie podría reemplazar.
"Familias Simultáneas", Andrea Gómez y Marcela Music, ITF, 2001.
El nacimiento de una nueva guagua siempre supone una buena noticia, que llena los hogares de alegría y de buenos momentos. También da paso a una serie de cambios y transformaciones al interior del núcleo familiar, que afecta a todos sus integrantes. En estos casos, muchas veces los más afectados son aquellos que dejan de ser hijos únicos, quienes sienten de una manera muy particular la llegada de esta nueva personita. A pesar de lo difícil que se puede tornar la relación con un niño celoso, existen prácticas que pueden impedir que los hijos se sientan desplazados ante su nuevo hermanito.
Causa
Los celos se producen porque ven a la guagua como un rival o competidor, que les quitará el amor y la atención de sus padres.
Los niños que se enfrentan a la llegada de un hermano muchas veces recurren a la manipulación para llamar la atención de sus padres, lo que se debe manejar con cuidado. Los comportamientos desadaptativos del menor no se deben premiar. Si llora porque los padres no le compraron algo y finalmente sí lo obtiene, esa conducta se volverá a repetir y con más fuerza.
Los celos a veces se pueden traducir en agresividad o en un mal comportamiento, lo que se debe entender como síntomas de lo que le está pasando al pequeño. Lo recomendable es distraerlo compartiendo con más niños, con actividades o guiarlo a un pasatiempo. Si se presenta un caso más grave, se debe consultar a un especialista.
El pensamiento de los niños suele ser que el amor de sus padres no alcanza para los dos hermanos, por lo que los progenitores deben preparar a sus hijos para la llegada de esta nueva persona, a través de cuentos o comentarios y reforzándoles el aporte de tener un hermanito menor. También es necesario explicarles que el cariño no es una cuota que se agota, pues los padres pueden querer de igual forma a varios hijos.
Cuando los celos aparecen, se deben reforzar los afectos a través de demostraciones físicas, como los abrazos, besos y cosquillas. También se le puede contar cómo era cuando nació, mostrándole fotos, diciéndole que era muy tierno, que lo querían mucho y que lo siguen queriendo igual.
La cooperación mutua entre los progenitores es un aporte fundamental. El papá puede ayudar jugando, paseando y conversando más tiempo con él, así el niño no estará tan pendiente de todo el tiempo que la mamá destina a los cuidados.
Los hijos van dejando de ser niños y comienzan a entrar en la adolescencia. Es precisamente en esta etapa cuando comienzan a incursionar en el ámbito sexual, muchas veces sin saber de los riesgos a los que se enfrentan. ¿Cómo orientarlos en esta etapa? ¿Cómo aconsejarlos? ¿Cómo abordar el tema? Estas son algunas interrogantes muy comunes entre los padres que, quiéranlo o no, deben enfrentar este período con la mayor naturalidad posible. En Chile la edad de iniciación sexual en hombres está entre 15 y 16 años. En mujeres el promedio está entre los 17 y 18.
Factores de riesgo
Si un padre sabe que su hijo ha iniciado su vida sexual, hay que conversar sobre el tema de manera directa. Muchas veces el problema no son los jóvenes, sino los padres. Ellos esperan que sus papás los orienten y se involucren en el tema.
Hay que enfrentarlos de manera directa y natural, pero si los hijos han empezado a tener relaciones sexuales de manera muy precoz, hay que alarmarse. El inicio anticipado puede traer problemas por el lado psicoemocional. Por ejemplo, de adultos pueden separar la genitalidad de lo emocional, tienden a ser más promiscuos y a tener relaciones más superficiales. Además, muchas veces se asocia a otras conductas de riesgo, como drogas, malas notas en el colegio, etc.
Cuando hay un pololeo que lleva más de seis meses hay que empezar a tantear y a preguntar, porque en promedio es en ese minuto de la relación cuando comienza el ‘riesgo’.
La clave no es ser autoritarios ni poner exigencias muy estrictas, pues inevitablemente los hijos terminarán alejándose e incluso pueden crear trancas y sentimientos de culpabilidad.
Lo ideal es establecer límites en conjunto con los adolescentes, por ejemplo decirles: “Puedes estar en la pieza con tu pololo pero con la puerta abierta” o “puedes salir en la noche pero solo hasta cierta hora”.
La educación sexual debe partir desde que los niños son muy pequeños. Desde que son preescolares se debe hablar sobre el tema de forma preventiva, decirles a nuestros hijos que a un niño no se le deben tocar ciertas partes. Esto es para evitar el abuso.
Luego, cuando los niños tienen entre ocho y 10 años seguramente empezarán a hacer preguntas. Hay algunos que no lo harán y en ese caso, son los padres quienes deben acercarse.
Es importante recalcar que la comunicación debe partir desde que los niños son pequeños, pues no se puede pretender entablar una relación cuando su hija tiene 13 años, si antes de eso nunca se ha acercado a ella. Para poder guiar bien a nuestros hijos, es importante que al llegar esta etapa ya esté hecho todo el trabajo previo.
Para la mayoría de las personas, la primavera es tiempo de flores y de paseos al aire libre, de alegría, amistad y nuevos romances. Sin embargo, para quienes sufren de depresión o enfermedad bipolar –patologías que con mayor frecuencia tienden a provocar suicidios-, es todo lo contrario.
Es precisamente en esta estación cuando un porcentaje no menor de la población decide quitarse la vida. En todas partes del mundo, en los meses cálidos aumenta considerablemente la tasa de muerte por esta causa. En Chile, durante las primaveras de 1979 a 1994, aproximadamente el 9% de la población murió por suicidio. Según datos de la Federación Mundial de la Salud Mental, desde el 2000 aproximadamente un millón de personas mueren cada año por suicidio, siendo la causa principal de muertes entre adolescentes y adultos jóvenes.
Causas
Concretamente, hay dos características de nuestra época que contribuyen a que se den ambos trastornos mentales: Como situación general, los cambios estructurales que la sociedad ha vivido durante los últimos 20 años y como condición particular, el aumento en el consumo de drogas y alcohol. Estas sustancias estimulan, desorganizan y desarman los sistemas de defensa y agravan las distintas enfermedades del ánimo.
Los sistemas de vida en las grandes ciudades se han puesto muy competitivos; hay una tremenda sobrecarga de trabajo y estudio, lo que lleva a romper el ciclo de sueño-vigilia. Además, existe mucha contaminación ambiental y acústica, que lleva a un estado de inquietud y enervamiento generalizado.
Estas condiciones se ven agravadas por el hecho de que el apoyo y la contención emocional hoy es más difícil de obtener. Las familias se han achicado, la persistencia de lazos personales con compañeros de trabajo o del vecindario es más discreta, lo que disminuye las posibilidades de contar con una red de soporte adecuada.
Hay que estar atento a la presencia de síntomas y al impacto que estos mismos produzcan. Estar triste, decaído, pesimista, aburrido y agobiado; con tendencia al insomnio, cansancio crónico, dolores musculares persistentes y disminución del interés sexual, son los indicios típicos de que hay un trastorno del ánimo.
Para que estemos en presencia de una enfermedad psiquiátrica, estos síntomas deben presentarse por varias semanas y llegar al nivel de que interfieran con las actividades normales de la persona.
Además de estas señales, existe un signo inequívoco de que la condición es grave. La presencia de ideas de muerte o suicidio es muy alarmante, siendo motivo de consulta inmediata con un especialista.
Si los síntomas son recurrentes en el tiempo y/o se presentan fantasías de muerte, es imprescindible buscar ayuda profesional. Ya sea un psiquiatra o un psicólogo, ellos son los indicados para realizar un diagnóstico que permita dilucidar si se está frente a una patología.
Lo primero es diagnosticar la enfermedad y determinar qué tipo de depresión es y cuáles son sus causas. Los exámenes de laboratorio permiten encontrar causas fisiológicas para facilitar las medidas terapéuticas.
En general, para la fase aguda de la patología, se recetan antidepresivos que surten efecto a las dos o tres semanas, tras lo cual el paciente debiera sentirse claramente aliviado. Después de la quinta semana, la persona tiene que considerarse prácticamente sana.
Luego de que desaparecen los síntomas, el tratamiento continúa con psicoterapia durante un período variable, que va de seis a diez meses en promedio.