Cindy Vega estaba a la espera de un trasplante renal cuando se enteró de que estaba embarazada. Aunque tuvo un embarazo sin complicaciones, desde el tercer mes comenzó a dializarse. Este mes celebrará el Día de la Madre por primera vez.
En marzo de 2013 le diagnosticaron nefropatía por depósito de inmunoglobulina A (IgA), también conocida como síndrome de Berger, una patología de origen autoinmune que puede, en algunos casos, deteriorar la función renal a largo plazo.
Cindy no tenía síntomas y sólo recuerda ocasionales cuadros de ceguera que duraban breves instantes. Esto fue lo que la alertó y decidió consultar con el Dr. Ronald Wainstein, nefrólogo de Clínica Santa María, quien le explicó que esto se producía por una hipertensión severa no controlada, secundaria a su nefropatía. Por esta razón, inicialmente le indicó tratamiento antihipertensivo y luego corticoides.
En ese entonces, Cindy trabajaba en una planta de tratamiento de aguas y la contaminación en el ambiente la obligó a abandonar esa ocupación y empezar a estudiar otra carrera, ya que no era compatible con su enfermedad.
El año pasado su estado de salud se deterioró y debió iniciar los estudios de compatibilidad para ser sometida a un trasplante renal lo antes posible. Sin embargo, los planes cambiaron al enterarse de que estaba embarazada.
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Dentro de las principales funciones que realizan los riñones se encuentran mantener la sangre limpia y equilibrada químicamente. Cuando estos órganos comienzan a fallar se producen síntomas producto de la acumulación de desechos y el exceso de líquidos en el cuerpo. Si el daño es extremo, la diálisis y el trasplante de riñón se convierten en las únicas alternativas para llevar una vida más larga y saludable.
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Desde los tres meses de gestación, Cindy comenzó a dializarse cuatro horas diarias, de lunes a sábado. Este tratamiento le permitiría reemplazar parcialmente algunas de las múltiples funciones de los riñones y llevar adelante un embarazo que podía resultar de riesgo.
Los meses transcurrieron sin complicaciones y, el pasado 13 de enero, nació Rafaella, una niñita absolutamente sana. “Todo pasó muy rápido. Fue un proceso difícil, pero recibí mucho apoyo en la Unidad de Diálisis de la Clínica. Viví un embarazo feliz, a pesar de mi enfermedad”, cuenta.
A cuatro meses del parto, Cindy continúa dializándose tres veces por semana, lo que compatibiliza con los cuidados de su hija y la tesis para titularse como Ingeniero Industrial. Su salud está estable, por lo que el trasplante podrá aplazarse hasta que Rafaella esté más grande y termine el período de lactancia.
“No puedo agradecer solo a una persona, necesito dar las gracias a todos los que estuvieron conmigo. Cuando supe que estaba embarazada sentí miedo, pero siempre confié en que todo saldría bien y así fue”, finaliza.