Al menos el 70% de los pacientes con diagnóstico de epilepsia pueden lograr llevar una vida relativamente normal, a través del uso de determinados medicamentos y evitando ciertas actividades que los pueden llevar a sufrir episodios.
Se trata de una afección neurológica crónica que afecta entre el 0,5 y 1% de la población mundial. Puede ocurrir a cualquier edad, con un mayor riesgo en niños y jóvenes entre los 5 y 20 años y en adultos mayores de 60 años. “Esta enfermedad se caracteriza por crisis recurrentes, generadas por una descarga excesiva de neuronas cerebrales”, explica la Dra. Catalina Torres, neuróloga de Clínica Santa María.
Las crisis son breves, se presentan de manera súbita e inesperada y tienden a ser similares entre sí. “Según el área donde se genere la descarga, se pueden producir desde síntomas motores, sensitivos, convulsiones, entre otros”, añade la especialista.
Estos episodios de actividad cerebral descontrolada pueden clasificarse en dos tipos:
- Crisis focales: Se pueden presentar como cambios en el comportamiento, movimientos involuntarios o diferentes sensaciones según el área donde se originen. Pueden ser con o sin compromiso de conciencia asociado.
- Crisis generalizadas: Son las más habituales y vienen acompañadas de pérdida de conciencia, movimientos convulsivos con amnesia y confusión posterior.
A través de éstas, se puede facilitar la detección de la patología, la cual, al ser temprana, permite que el paciente siga una indicación médica adecuada y evite ciertas situaciones que le generen una crisis, como la privación del sueño y consumo de alcohol y drogas. “Con una detección oportuna, al menos el 70% de las personas que padece epilepsia, pueden llevar una vida relativamente normal”, señala la especialista.
Si bien el diagnóstico se hace mediante la historia clínica del paciente, hay exámenes de apoyo, como el electroencefalograma y neuroimagen, que sirven como complemento.
Esta afección es un síntoma asociado a diversas patologías genéticas, como accidentes cerebrovasculares, tumores, malformaciones cerebrales, trastornos metabólicos, autoinmunes, infecciones del sistema nervioso, o de otras enfermedades de causa desconocida.
Su tratamiento se basa principalmente en la administración de fármacos antiepilépticos, pero si las crisis persisten pese a ellos, debe evaluarse si el paciente es candidato a cirugía.
Con la colaboración de: Dra. Catalina Torres, neuróloga.
