Preocuparse y estar alerta ante peligros o nuevos desafíos es normal, es una reacción necesaria y básica de supervivencia. Sin embargo, en ocasiones estas situaciones se intensifican y es difícil manejarlas. En estos casos, la ansiedad puede convertirse en un cuadro crónico, es decir, en un trastorno.
La ansiedad activa diversas señales en el organismo: el corazón se acelera, se tensan los músculos y sudan las manos. Cuando no hay una causa aparente y estas reacciones se vuelven excesivas y crónicas, se transforma en un trastorno que puede afectar la calidad de vida y la rutina diaria.
Una vez identificada la causa de la ansiedad, es posible realizar diversos tratamientos, dependiendo del ámbito desde el cual provenga. Por ejemplo, si es psicológico pueden utilizarse técnicas de relajación y meditación. En el caso de síntomas físicos, el deporte y técnicas de respiración pueden ser de gran ayuda. En casos más graves o crónicos, sería importante poder identificar el origen de la ansiedad con la ayuda de psicoterapia y, si es necesario, tomar fármacos indicados por un psiquiatra.
Los síntomas de la ansiedad pueden clasificarse en diversos ámbitos:
• Físico: Taquicardia, falta de aire, temblores, sudoración, molestias digestivas, náuseas, vómitos, tensión muscular, entre otros.
• Psicológico: Inquietud, sensación de agobio, amenaza o peligro, ganas de huir o atacar, inseguridad, temor a perder el control e incertidumbre
• Conductual: Torpeza o dificultad para actuar, impulsividad e inquietud motora.
• Social: Dificultad para estar con otros, iniciar o mantener una conversación y expresar opiniones.
Si una persona presenta varios de estos síntomas se habla de un cuadro ansioso. Se recomienda consultar a un especialista en salud mental cuando éstos interfieren en el funcionamiento normal y actividades cotidianas.
Con la colaboración de: Sandra Navarrete, psicóloga de la Unidad de Salud Mental de Clínica Santa María.