Para muchas personas, marzo es sinónimo de retomar una exigente rutina, ya sea laboral, de estudio o doméstica. Esto puede provocar distintos síntomas, e incluso, hacer patente el síndrome de colon irritable que a veces está asociado a períodos estresantes como éste.

A diferencia de lo que muchos piensan, el colon (intestino grueso) no se inflama ni se irrita, el término “irritable” debe entenderse como “enojado”. Bajo condiciones normales, el tubo digestivo tiene una capa de músculos que ayudan a que tenga contracciones para que el contenido avance hacia el recto. Sin embargo, cuando se sufre de intestino o colon irritable, este proceso se vuelve hipersensible en los nervios intestinales y se producen sensaciones desagradables a nivel gastrointestinal.
Uno de los mitos que es necesario derribar es que el estrés no es la causa de que las personas sufran colon o intestino irritable. Sin embargo, estados de angustia sí hacen aumentar las molestias y desencadenan los síntomas de esta enfermedad, los que habitualmente se hacen presentes durante meses o años. Algunos de ellos son dolor abdominal, diarrea, meteorismo, distensión abdominal o hinchazón, entre otros.
Basta con la presencia de al menos uno de los síntomas mencionados para comenzar a descartar otras enfermedades orgánicas. Es necesario acudir a un gastroenterólogo que evalúe la historia clínica del paciente, solicite exámenes de laboratorio y, en algunas ocasiones, imágenes y endoscopías. Si estos exámenes son normales y los síntomas persisten, entonces se confirma el diagnóstico de colon irritable.
El colon irritable no es grave y no conlleva a otras enfermedades estomacales o gastrointestinales más complejas. Sin embargo, es un síndrome de tipo crónico que hasta hoy no tiene cura definitiva, pero sí se pueden tratar los síntomas para mejorar la calidad de vida.
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